Mientras escribo la palabra despedida
te crezco alas en la espalda
para que vueles tuya,
fuerte, lejos
y libre de nosotros.
Te escribo despedida
con las letras de tu nombre
y se me vuelven blancas las manos
porque en tu nombre
el blanco no es rendición
sino castillo y defensa.
Te escribo despedida
porque los muros que llevas
alrededor de las pupilas
son montañas de herida y hielo
y yo he muerto demasiadas veces
en la escalada de tus inviernos.
Despedida
es lo que llena el hueco de mi centro
al que amoldaste tu cuerpo
como la luz del faro
que alumbra mi isla.
Amor,
es fácil escribirte un adiós
cuando ya lo he escrito antes
en negrita y subrayado.
No habrá duelo en esta despedida,
no habrá lluvia en soportales
ni musgo sobre nuestras huellas.
No habrá relojes parados,
ni desiertos de sal.
ni ríos que bajen secos,
ni bosques silentes,
ni campos de trigo,
ni espuma y roca.
Esta despedida es cálida
como la tarde de otoño
que muere naranja bajo la línea
de los azules que me miran.
Es una despedida en flor
pausada,
tranquila y en calma.
Es sólo eso.
Un adiós.
Mientras escribo la palabra despedida
te crezco alas en la espalda
te miro
y te das la vuelta.
Sonrío
y ya vuelas.